viernes, 10 de julio de 2009

La (des)ilusión de lo que un día fuimos.

¿Quién era ahora que el ya no estaba? Donde había quedado todo lo que alguna vez habían imaginado juntos. Un fugaz instante fue suficiente para que todo se desvaneciera.

A pesar de su ausencia el seguía estando, en su mente, en su cuerpo, en su alma.

El era su alma. Siempre resplandeciente en sus sueños. La persona que le había enseñado el valor del amor.

¿Dónde quedo el te amo que una vez el le dijo? ¿Que pasa cuando simplemente el otro corazón no siente lo mismo? ¿O lo deja de sentir?

Quizás eso era lo que había quebrado la magia de aquel amor. Un amor que nunca paso a ser real. Sin embargo para ella había sido el sentimiento más puro y hermoso que había sentido. El la hacia feliz. Pero… ¿Por qué será que la felicidad tiene fin?, y la tristeza puede ser infinita.

Su felicidad sin el había terminado, por que en el lugar donde su alma habitaba solo había quedado un vacío. Se sentía muerta.

El era como una droga para ella, necesitaba esa dosis de vida que solo el podía suministrarle.

Cómo arrancaba (de los más profundo) a la persona que creció con ella, que sonrió a su lado, que la escucho cuando fue necesario, que tuvo [y tiene] su corazón en sus manos. No podía hacer de cuenta que el nunca hubiese existido, por que todas las mañanas cuando despertaba algo le hacía falta [mucha, falta].

Seguía así, un alma sin destino.

Estaba segura que valía la pena esperar… Esperar.

No importaba cuantas horas, ni cuantos días, ni cuantos meses. Esperar por esa felicidad que el aire había alejado.

No podía dejarlo de amar.
No podía dejar de esperar.
No podía perderlo al final.

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