miércoles, 4 de noviembre de 2009

Que le falta cariño, y no encuentra valor para decirle que le odia, aunque adora el eco de su voz. Perdía la inocencia cada noche y en cada callejón, creía ser feliz y pensaba que esta vez no le partirían más el corazón, pero no. Y vuelve a estar tirada en cada esquina, en cada estación, echando de menos su calor, arrepintiéndose de los besos que no le dió. Que nunca le dijo que le quería, aunque ni siquiera sabia si lo sentía...Que le echa de menos y nunca le iba a echar de más. Que quiere y no sabe volar, que se estampa cada vez que lo intenta; camina sin sueños; sin ilusión. Pinta sus labios de carmín y vuelve a sonreír. Busca otro invierno en el cual encontrar su amor, revuelve en los cajones buscando su olor intentando saber el porque se marchó. Tiñe sus pestañas y guiña frente al espejo pensando que el la ve... Todos saben, todos callan. Nadie escucha, y ella se desgarra lo poco que le queda de su corazón...

Pláceme poneros un poco en guardia contra mí mismo.
Pensad que no siempre estoy seguro de lo que digo, y que, aunque pretenda educaros, no creo que mi educación este mucho más avanzada que la vuestra. No es fácil que pueda enseñaros a hablar, ni a escribir, ni a pensar correctamente; porque yo soy la incorrección misma, un alma siempre en borrador, llena de tachones, de vacilaciones y de arrepentimientos.
Para los tiempos que corren, no soy el maestro que debéis elegir, porque de mí sólo aprenderéis lo que tal vez os convenga ignorar toda la vida: a desconfiar de vosotros mismos.


Y de nuevo comenzó nuestro otoño tras unos meses hibernando, se nos volvieron a enredar las muñecas; y los dedos. Chocaron nuestros huesos y volví a descubrir el verde de tus ojos mientras te quitaba las legañas. Recuperamos historias, cosquillas y juegos bajo la mesa.

Galopamos despacio y a escondidas. Volvimos a perder el autobús y todo lo demás era lo de menos.

Se te revolvieron las pecas y mis ganas a tu boca iban derechas. Nos estrellamos de nuevo, y ahora eres el culpable de que me sienta extrañamente bien. Volvía de nuevo nuestro otoño, y quien sabe, quizá nuestro invierno.
¿Qué era eso?¿El filo de una navaja o el jadeo de mis uñas por su espalda? Pasamos de la más absurda abstracción a la más desnuda figuración de los recuerdos. Del quítame lo que llevo puesto y palpa mis pinturas de guerra.

Recordando y viviendo de nuevo los días de lluvia que se me ponían bajo la falda y que tú convertías en tormenta. Jamás había sentido en mi propia carne la libertad de estar preso en alguien. Ahogándonos las manos; multiplicándonos en gozo.

Que nos fuimos a juntar el asesino y el suicida; y aún con más ganas. Dispuestos a todo de nuevo, dispuestos a recuperar el tiempo perdido.

''¿Me has cambiado por el tequila? No te lo recomiendo: No llama, no escribe, y el despertar es horroroso.''

Acabo de darme cuenta de que la felicidad no está en las cosas que planeas, sino en las que no ves venir; y tú has sido como una descarga enorme, de esas que te da de pleno.

Has conseguido que deje de quejarme por las arrugas templadas de las sábanas, por las fotos que te empeñas en hacerme mientras estoy en la cama y por morderme la nariz.

Las luces de los coches entraban por las ventanas, convirtiendo el suelo de barniz en un estanque de caramelo. Nuestros cuerpos dejaron de desplazarse, dejaron de hacer el amor e hicieron alma. Hablamos de la pérdida de tiempo en tu habitación, de las cosas que nos quedan por pasar y de como el pasado fue tan fácil de encerrar en una caja con un par de post-it, dos fotos y algún recuerdo; y de como nuestro futuro necesitará un camión cisterna para guardarlo.

- Gracias por volver de nuevo.
- Esta vez es para quedarme.
-¿Para siempre?
- Sí.